A comienzos de los noventa en el hotel empieza a haber otros cambios: la empresa “habilitó el cuarto piso del hotel con oficinas de alquiler, para atraer a ejecutivos chilenos que venían a hacer negocios. Y transformó los auditorios del hotel en sitio de encuentros políticos de todo signo”1. El Bauen de los Iurcovich fue, de acuerdo al investigador Alberto Bonnet2, uno de aquellos lugares donde el menemismo materializó su ideología frívola y consumista: “Las escenas nocturnas de reuniones en los boliches y restaurantes de moda, New York City, Trumps, El Cielo, Hippopotamus, Fechoría, o en las más reservadas suites cinco estrellas de los hoteles Alvear o Bauen”, figuran entre los elementos que señala como parte del clima cultural menemista durante su hegemonía en los noventa.
Arminda dejó el hotel en 1983, pero volvería a trabajar diez años después, todavía bajo la patronal de los Iurcovich. Como era de esperar, esos diez años fuera del establecimiento le hicieron perder la antigüedad laboral. No obstante, los compañeros que habían permanecido en el Bauen correrían la misma suerte, la empresa pronto comenzaría a hacer las maniobras de evasión de obligaciones de seguridad social que son una constante en los vaciamientos. María Eva Lossada, trabajadora del hotel y la fecha de esta publicación presidenta de la cooperativa BAUEN, relata que desde mediados de la década de los noventa, “se tomó la modalidad de cambio de razón social para evadir impuestos y evitar pagar antigüedad, cargas sociales y vacaciones al personal”. Su llegada al hotel en 1994 estuvo marcada por un hecho que la impactó en su primera jornada laboral: “había un grupo de personas que habían sido despedidas, unas veinte, y estaban reunidas en la puerta del hotel”. Como advertencia punitiva, hacer entrar a los reemplazos con los despedidos a su vista no era poca cosa.
En María Eva, sin embargo, el resultado no fue el que esperaban los patrones.
Esa presión hacia los trabajadores empieza a ser cada vez más notoria. Como en el conjunto del mercado de trabajo del momento, en todo el ramo hotelero y gastronómico las condiciones estaban dadas para el deterioro y la precarización laboral. Había que aceptar lo que venía, continúa María Eva, “porque, como él decía ‘afuera hay 50 esperando para reemplazarlos’.
También comenzaron a tercerizar las actividades”. La cantidad de trabajadores se redujo a “un puñado de 70 personas que pertenecíamos al hotel”, y el resto de los empleados empezaron a estar adscriptos a áreas tercerizadas, como “el lavadero, las áreas públicas, el bar, la mayoría pertenecía a esos gerenciamientos”. Iurcovich aplicaba al pie de la letra el manual del precarizador, expulsaba trabajadores, tomaba nuevos en peores condiciones, cambiaba de razón social para evitar acumulación de antigüedad laboral, tercerizaba sectores cuyos empleados dejaban de estar en la planta del hotel para pasar a estas empresas contratistas que, en realidad, eran ramificaciones de su propio grupo empresario (ver recuadro).
- “Empresarios chilenos compraron el hotel Bauen”, en diario Clarín, 13 de marzo de 1997. Recuperado de http://edant.clarin.com/diario/1997/03/13/o-02901d.htm↩
- Alberto Bonnet, La hegemonía menemista: el neoconservadurismo en Argentina, 1989-2001. Bs. As.: Prometeo Libros, 1997.↩