En el relato de María Eva también aparece la emoción de aquella entrada, algo con lo que no habían siquiera soñado meses antes. Pero también la preocupación por el estado en que encontraron las instalaciones. Había electricidad, pero el abandono era notorio. “Lo único que nos alegró fue que teníamos luz. Después, era todo un desastre, sucio, abandonado, sin nada del mobiliario, tapiado. Hicimos un boquete en la tapia para poder salir a la calle Callao por allí”. Marcelo Ruarte también califica el estado del hotel como “un nido de ratas y cucarachas”, por lo que los vecinos incluso se alegrarían de que la ocupación por los trabajadores hubiera quitado ese foco infeccioso de la cuadra.
La intención de Marcelo Iurcovich no era, evidentemente, dejar el hotel abandonado, sino esperar la evolución de la situación económica del país para decidir si volver a ponerlo en marcha, venderlo o hacer algún otro tipo de negocio. Esto, por supuesto, no consta en ninguna declaración suya, pero se desprende de sus actos. Porque, mientras se suponía que desde el año 1997 no estaba en poder del Bauen, la conexión con el Bauen Suite doblando la esquina era tan evidente como la facilidad con que los trabajadores y el MNER habían logrado transponer el pasadizo entre ambos edificios. El mobiliario de la parte de Callao había sido sacado a través del Suite, por lo que cuando se ocupó el hotel las condiciones para una reapertura implicaban también la reposición de todo lo faltante. Y, especialmente, había operado el enésimo pase de magia por el que la propiedad del hotel le volvía a pertenecer, a través de su nuevo sello empresario, Mercoteles, una cuestión decisiva sobre la que vamos a volver más adelante.
Cualquier duda sobre la relación que mantenía Marcelo Iurcovich con el Bauen se despejó poco después de que los trabajadores ocuparan el edificio de Callao 360. Desde el Bauen Suite se hizo la denuncia policial de la toma del hotel. El propio empresario apareció en el lugar acompañado de la policía. “Vino la policía con Iurcovich”, relata María Eva. “No cualquier policía, estaban el comisario, subcomisario, los más altos rangos”. Junto con ellos también se hizo presente el síndico de la quiebra, quien no tuvo más remedio que ratificar que los intrusos “éramos nosotros, los ex trabajadores, que andábamos atrás de ellos para que nos pagaran, entonces nos conocía bien”. Continúa María Eva:
Nosotros les expusimos nuestros puntos de vista que ya nos habían preparado los compañeros del MNER. También se presentó el síndico al cual le dijimos que hiciera un inventario de lo que habían dejado y que lo compare con el que hizo el día del cierre. El comisario le preguntó si nos conocía. Le dijo que sí. Se llevaron a Diego Kravetz (en ese entonces abogado del MNER1) unas horas detenido y eso fue todo hasta ese momento.
- Diego Kravetz, que en esos años era abogado del MNER y activo militante de la recuperación de empresas, entró como diputado porteño poco después por el Partido de la Revolución Democrática, encabezado por Miguel Bonasso. Su carrera política lo llevó con bastante rapidez a abandonar no solo la cuestión de las empresas recuperadas, sino a derivar entre varios espacios políticos, pasando por el kirchnerismo, el Frente Renovador y recalando finalmente como secretario de Seguridad del Intendente de Lanús, Néstor Grindetti, del PRO. En esa voltereta política, pasó de ser arrestado por ocupar empresas a “experto en inseguridad”.↩