A partir de allí, superadas las controversias, se organizó mejor el “aguante”, distribuyendo las tareas de acuerdo a capacidades y disponibilidad de tiempo. Lo primero que se les ocurrió fue que de todo el material en desuso y desperdicios disponibles se podía conseguir algo de dinero. Se contactaron con un depósito de materiales reciclables para ver qué se podía rescatar.
Había montones de carpetas viejas, papeles inservibles, hierros sin posible recuperación, colchones arruinados y otros objetos que habían quedado del mobiliario. Algunos sacaban las trabas de metal de las carpetas para engrosar el material ferroso, otros formaban fardos de papel y cartones, con los que algunos salían a “cartonear” para aumentar los ingresos. Además, a través del MNER se hicieron gestiones frente al Estado, lo que les permitió acceder a algunos subsidios. Esto les sirvió para contar con algunos ingresos mínimos y recibir cajas de alimentos de primera necesidad.
El MNER siguió siendo un actor clave en este período. Algunos de sus militantes estaban permanentemente en el hotel, asesorando y colaborando con el grupo. Las otras empresas recuperadas aportaban su solidaridad y algunos recursos, que no les sobraban. La Argentina, una panadería recuperada por sus trabajadores, les donaba el pan y las facturas que sobraban del día anterior para desayunos y meriendas. La cooperativa La Cacerola, recién formada[^42], también les proveía comida caliente en las épocas de frío. Para taparse, las mujeres tejían mantas. Avanzando el invierno, el hotel sin calefacción era una heladera.
Por esa época algunos medios de comunicación ayudaron a difundir la problemática del hotel, lo que les facilitaba los contactos solidarios con otras organizaciones. Otros, en cambio, como “el Negro” González Oro en la Radio 10, los atacaban acusándolos de usurpadores de la propiedad privada, algo que a través de otros periodistas de los medios hegemónicos se repetiría con frecuencia a lo largo de la historia de la cooperativa.