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BAUEN, día 14

El Bauen y la dictadura

Cuando se habla de complicidad empresaria con la dictadura, vale bien tomar al hotel Bauen como ejemplo, uno de los tantos negociados en que esta complicidad se mostró con crudeza en aquellos años. Esta relación no significó solo apoyo de los empresarios a los genocidas, sino la retribución de esa connivencia con negocios y beneficios concretos. Marcelo Iurcovich fue uno de estos beneficiarios. El edificio fue construido en tiempo récord con dinero público, otorgado por el ex Banco Nacional de Desarrollo (BANADE), para llegar a cubrir la demanda de hotelería para el Mundial de fútbol de 1978. Aunque los publicistas de la empresa que alega tener la propiedad del edificio –Mercoteles SA, presidida por Iurcovich hijo– afirman que el crédito fue pagado y que eso fue reconocido jurídicamente, ya que por incumplimientos en el pago la empresa Bauen SACIC inició incluso un juicio contra el Estado nacional, no consta en expedientes judiciales ni en el Ministerio de Economía ninguna evidencia de tales pagos. Más bien todo lo contrario, en el expediente de deudas residuales que dejó la liquidación del BANADE, durante el menemismo, la deuda del Bauen aparece junto a las de otras decenas de empresas en la misma situación, evidenciando una práctica habitual en los negocios de las corporaciones con el Estado, agudizada mientras gobernaron sus amigos de la dictadura.

Estos datos fueron investigados por los propios trabajadores. Incluso en 2012 se inició una denuncia penal contra los Iurcovich por esta estafa y su complicidad con la dictadura. Después de un año y medio de dormir en los cajones judiciales, la denuncia fue archivada por el juez Casanello sin iniciar ningún tipo de investigación. El largo brazo del poder económico no tiene muchos frenos en los juzgados, una constante en la causa Bauen. Ese largo brazo trata de impedir que se reconozca que el Hotel Bauen merece ser manejado por los trabajadores que lo rehicieron del desastre en que quedó después de la quiebra fraudulenta de la empresa a fines de los noventa y principios de la siguiente década, y que ese “mucho dinero” es, en realidad, el que al Estado argentino le corresponde recuperar de esa vieja deuda jamás “honrada” (como les gusta decir a los gobiernos para justificar el pago de leoninas y carroñeras deudas externas). No podía ser de otra manera, después de todo, en el marco de un gobierno que parece estar en su lugar con el propósito casi exclusivo de destinar los fondos públicos a los bolsillos de muchas menos personas que los trabajadores del hotel Bauen.

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