Capítulo 7
El hotel recuperado
Si el cumpleaños de Rosalía Peñarrieta fue el punto clave para habilitar los salones para eventos, faltaba hacer lo propio con las habitaciones, es decir, con el hotel propiamente dicho. A pesar de los esfuerzos de los trabajadores de la cooperativa, pasado un año de la ocupación todavía no se estaba en condiciones de alojar pasajeros.
A los cuartos del hotel de veinte pisos le faltaba mobiliario, ropa de cama, reparaciones, agua caliente, pintura, etc. Todo eso fue haciéndose de a poco, piso por piso. Rehabilitar los salones, en cambio, fue más sencillo.
Además, se tomó la decisión de quitar las maderas que tapiaban el frente y encarar también la apertura del bar en la planta baja, un proyecto que iba a requerir fondos pero que también tendría que ser capaz de generarlos relativamente rápido, al conformar una posible entrada de ingresos en forma constante.
Quitadas parte de las mamparas que cubrían el frente, para facilitar el ingreso de los clientes, los salones se comenzaron a alquilar para distintas actividades. De a poco, el Bauen comenzó a convertirse en la cooperativa BAUEN, el hotel de los trabajadores. Los salones se fueron reactivando, dando por finalizada la etapa del “aguante” para comenzar la recuperación como un establecimiento hotelero y gastronómico.
Gladys destaca en estos momentos a los compañeros de distintos hospitales que realizaban allí cumpleaños, reuniones, conferencias, cursos y otras actividades que requerían de un lugar amplio. Un grupo de teatro uruguayo utilizaba el auditorio para sus espectáculos. Esas representaciones duraron aproximadamente un año y, además, luego de cada actuación se les preparaba un lunch, lo que ayudó a que se empezara con la actividad gastronómica que culminó en la habilitación del bar en la planta baja.
También la asociación de tatuajes Tattoo comenzó a realizar sus reuniones y convenciones nacionales e internacionales. “Nos ayudó mucho, porque nos ocupaban todos los salones, eran eventos grandes”, menciona Gladys.
También el gremio de docentes se convirtió en cliente habitual. A partir de allí empezó la recuperación del trabajo, que ya nunca se iba a detener. En diciembre, orgullosamente, se llevaron el primer retiro de 200 pesos y una cajita con alimentos para las fiestas.