¿De dónde salió, entonces, el capital para arreglar y equipar las habitaciones, poner a punto el bar y los salones y el resto de los arreglos mencionados? La respuesta es clara: del trabajo. Del trabajo de los miembros de la cooperativa y de la solidaridad de los otros trabajadores de empresas recuperadas y de la comunidad. De la solidaridad de los miles de personas que colaboraron con algunas monedas cuando la gente del BAUEN pedía en la calle, de los estudiantes que llenaron las alcancías que se llevaban a las facultades, de los compañeros de otras empresas recuperadas que pusieron el hombro para hazañas a pequeña escala como el cumpleaños de Rosalía Peñarrieta, del apoyo de un gobierno solidario como el bolivariano. Pero, fundamentalmente del trabajo, de donde sale el capital en todas las geografías y en todas las épocas. Ningún ejemplo más claro que las empresas recuperadas, en las que los trabajadores construyen el capital con el que, poco a poco, y sin recurrir a ninguno de los mecanismos expropiatorios con que se maximizan utilidades, se fueron sentando las bases para hacer girar la rueda de la producción. En el BAUEN todo fue esfuerzo, con un solo objetivo: volver a tener un ingreso regular por el trabajo de cada uno de los asociados a la cooperativa.
Sin embargo, y a diferencia de otras empresas recuperadas en la que los patrones, hecho el vaciamiento, literalmente desaparecían del mapa, en este caso los empresarios nunca pensaron que el negocio de explotar un hotel sin poner dinero se había acabado. En realidad, lo que deben haber visto en este resurgimiento milagroso del hotel fue una nueva oportunidad. Para mediados de 2005, la economía argentina ya no era la de los críticos años que desembocaron en la crisis. El mercado interno y la estructura industrial se estaban recuperando, y el tipo de cambio competitivo que había quedado como resultado de la estrepitosa caída de la convertibilidad y la devaluación resultante volvió a hacer de Buenos Aires una plaza hotelera atractiva.
Clarín lo constataba en una nota firmada por Osvaldo Pepe el 20 de junio de 2005:
El auge del turismo es una buena noticia. Mueve dinero, da trabajo. Pero el modo de desarrollo y las proyecciones de la actividad habilitan también una vuelta de tuerca más sobre la fragmentación social. Es así que vemos un boom de inversiones en hoteles de lujo en la Ciudad. Los empresarios saben lo que hacen, al menos en la búsqueda de rentabilidades: la ocupación de los hoteles de 4 y 5 estrellas creció un 27% con relación a 2004.1
- Osvaldo Pepe, “Los riesgos de un país VIP”, en diario Clarín, sección Editorial, 20 de junio de 2005.↩